martes, 30 de julio de 2019

Se cumplen catorce años de esta demoledora y esclarecedora editorial de Jorge Rulli




El "flaco" Francia trae un recuerdo entrañable de la Resistencia. 

"Montoneros era en aquellos años una organización de base Peronista pero con una conducción abrumadoramente no peronista..."


Hace muy pocos días mi amigo Monzón me facilitó una carta de Perón a Claudio Adiego Francia, una de las figuras mas heroicas de la primera Resistencia Peronista. La carta está fechada en Caracas el 22 de enero del 57, cuando aún ni siquiera se había producido la fuga del Penal de Rawson, y cuando Francia era uno de los mas activos referentes del Comando Bolivia. Comando que operaba en el marco de una extensa organización de argentinos en el exterior que hostigaba a la llamada Revolución Libertadora. En esa carta el General le dice a nuestro compañero que: "La Resistencia necesita mas perseverancia que violencia esporádica. En esto, dice Perón, hay que tener cuidado, porque hay dos clases de equivocados: Los que creen que todo debe arreglarse con un nuevo golpe de Estado y los que piensan que el arreglo puede ser político. Los primeros abandonan la Resistencia porque todo lo esperan de la nueva revolución, y los segundos son defensores de la pacificación, que es una utopía inconcebible en los actuales momentos. Equivocados o no, tales 'pajaritos en polenta', dice Perón, son los elementos derrotistas de la insurrección nacional, que es la única solución del problema popular argentino. La solución del tipo golpista o pacifista son para los dirigentes, no para el Pueblo y nosotros no buscamos soluciones para nosotros, sino devolver al Pueblo todo lo que estos canallas le han quitado."

Claudio Adiego Francia


Bueno, hasta aquí Perón. Me embarga al leer esta carta que inevitablemente retrotraemos al presente y a los modos actuales de la política, me embarga una mezcla de melancolía por los tiempos pretéritos, de nostalgia por las luchas pasadas, de tristeza por los seres queridos olvidados, y de alegría también, por los conceptos y los recuerdos recuperados. En especial por poder leer estos conceptos por Radio Nacional y poder mencionar en ella al legendario Claudio Adiego Francia, sobre el cual si Dios nos lo permite habremos de volver muchas otras veces.


El criterio insurreccional de Perón: La Nación en armas.


Hoy quisiera en cambio reducirme a resaltar ese criterio insurreccional de Perón, esa idea obsesiva en aquellos años de una salida popular que incluyera a todos los mas posibles y que se daría inexorablemente en el momento de máxima descomposición de lo que el denominaba: la canalla militar y nunca un momento antes... Subyacía en el cómo en mucho de nosotros en aquellos tiempos la idea de la Nación en Armas. Qué era la Nación en Armas sino la continuación de la historia que desde los orígenes mismos registraba la participación armada del conjunto. En una audición anterior, Alejandro Horowicz nos refería como en 1806 y según sus cálculos, uno de cada dos habitantes de la Ciudad de Buenos Aires tenía un fusil en su casa. Esa era la Nación en Armas aunque aún no se hubiese constituido jurídicamente como tal, y así lo fue durante mucho tiempo en que cada hombre argentino era un potencial combatiente porque caballo, lanza, cuchillo y boleadora a nadie le faltaba ni disposición para sumarse a una patriada en nombre de una causa que valiera poner en riesgo la propia vida. Cuando estuvimos días pasado en La Paz, en el extremo norte de la Provincia de Entre Ríos, recogíamos testimonios del levantamiento de los hermanos Kennedy el 3 de enero del año 1932. Los hermanos Kennedy, seis hermanos y cinco hermanas, ese día tomaron la comisaría de la ciudad junto con otros yrigoyenistas como Molinari, Papaleo y Franco y en contra del llamado "Fraude Patriótico", que había llevado al gobierno nacional la fórmula espuria de Agustín P. Justo y de Julio Roca. Lo que nos conmueve es que inmediatamente tomada la Comisaría de La Paz por los insurrectos, cientos de paisanos y vecinos de a caballo se apersonan de motu propio para participar de la revuelta... Todavía la Patria vieja latía en esa muchedumbre armada de lanzas y de viejos fusiles, dispuesta a pelear una vez mas por sus hijos y por su tierra sin esperar mas que la satisfacción que brida el servicio y la gloria misma de la lucha. La Nación en Armas. Alguna vez pensaba en ello viendo como los milicianos suizos luego de la práctica periódica llevan el fusil ametrallador a sus respectivas casas. O en Suecia, en que cada vecino sabe donde se halla el depósito local de armamento que le corresponde en caso de emergencia nacional. O en China, cuando los obreros interrumpían las tareas para practicar la esgrima de bayoneta de fusil de manera colectiva, representando a los ojos extrañados del viajero un ballet con reminiscencias de opera guerrera.

Fue el mitrismo quién desarmó a la gente en este país de los argentinos prohibiendo bajo pena de arresto circular con las herramientas de trabajo que caracterizaban al paisano, su cuchillo, sus bolas de piedra, su caronero y el lechucero, e imponiendo la dura, impiadosa ley de los ejércitos de línea y de las policías bravas. Era lógico, el mitrismo le tenía miedo a la gente, y el mitrismo disciplinó a la gente para que aceptara modelos de civilización y de gobierno que les eran ajenos. Ahora, cuando los Blumberg y algún otro fantasmón predican frente a la inseguridad el desarme generalizado y mayores condenas a la portación y a la tenencia, vale preguntarse si son inocentes, si creen que aumentar la pena por portación o por tenencia va a disuadir al delincuente que se pretrecha para realizar un asalto o acaso le van a facilitar las cosas inhibiendo al común que sólo pretende defender a su familia... ¿o es tal vez un modo de aumentar la inermidad generalizada de la ciudadanía, frente al abuso de la corrupción y del autoritarismo? Yo se que siempre es irritante hacer preguntas, que a veces resulta casi subversivo y por eso mismo creo que es bueno hacerlas y creo que nos preguntamos poco y que habría que hacer bastantes más preguntas.... Recuerdo cuando nosotros vivíamos tan fuertemente la idea de la insurrección y desde la izquierda comenzaron a predicarnos a finales de los años 60 la guerra prolongada, y el rol de la Vanguardia y de la lucha armada. Claro que no era lo mismo. En la guerra prolongada tal como se nos predicaba en los sesenta y en los setenta, estaba el germen del pensamiento autoritario y militarista que termina reemplazando la voluntad de la gente por la de una minoría esclarecida y muchas veces mesiánica.


En los setenta nos metieron el voluntarismo de la "minoría esclarecida".


Recibo en la semana siempre algunos llamados de oyentes que siguen este programa y mis editoriales y creo que podríamos intentar alguna caracterización de lo que les es propio.... Mis editoriales llegan al corazón de una vieja cofradía de hombres y mujeres que dieron lo mejor de si por este país y que en buena medida están desengañados, desilusionados, cansados de tanto dr sin recibir ni siquiera un reconocimiento. En ellos pienso cuando hablo de historia y de la soja, cuando hablo del modo de parir y de cómo recuperar el territorio o la política exterior. No bajen los brazos quisiera decirles, que aún falta lo mejor y hay mucho terreno por delante compañeros...

Roberto me dice que después de un largo exilio se refugió en un campo y que ese pedacito de planeta, lo convirtió en un lugar maravilloso que me invita a visitar. ¡Qué hermoso verdad, poder hacer el propio jardín, del propio huerto, un mundo mejor!

Pero también me dice Roberto, que, en los setenta se aportó de los "Montos" un poco antes de que se fueran de la Plaza insultando al General, me cuenta que recuerda todavía como a partir de cierta época todos los nuevos responsables que ascendían en la jerarquía de la organización era no peronistas... Es decir que en buena medida Montoneros era en aquellos años una organización de base peronista pero con una conducción abrumadoramente no peronista. No es un dato menor el que nos aporta el amigo Roberto y confirma tantas reflexiones que podemos hacernos sobre aquella época de entrismos, de intrusamientos políticos y desbordes cuidadosamente calculados.

Hace poco leí un libro conmovedor que se llama: Perejiles. Lo escribió Adriana Robles, la compañera del diputado nacional Nemerosky que actualmente suena para presidir la Cámara de Diputados. El libro cuenta la tragedia de un grupo de estudiantes de la JUP durante la Dictadura, de cómo pierden o se quiebran todos los contactos que alguna vez habían tenido con la Organización Montoneros y de como ellos en medio de un clima infinitamente hostil, con medios absolutamente precarios y con un derroche de heroísmo cotidiano rayano con el suicidio continúan la lucha, jugándose la vida en acciones de propaganda como pintar una pared o acaso colgar una pancarta con el nombre de los Montoneros. La autora se esfuerza por rescatar a esos perejiles, héroes anónimos, la mayor parte muertos de modos horribles bajo la tortura e intenta delicadamente contrastarlos con las figuras más destacadas de la misma organización que vivían los mismos tiempos de gloria en el exilio. Repito el libro es conmovedor. Pero cuando uno cierra el libro no puede dejar de pensar que tanto derroche de heroísmo no hacía sino alimentar penosamente la gran patraña de la guerra que interesaba a la inteligencia militar y también a la conducción de Montoneros, ya que ese clima ficticio les permitía vestir los uniformes con dorados en el Líbano o en tantas otras ciudades y darse aires marciales en Cuba o en la Casa Argentina de Ciudad México, aires marciales que poca relación tenían con lo que realmente ocurría en el territorio antes de la guerra de Malvinas. Pero es ún peor todavía, el sacrificio de esos chicos que mantenían la ficción de la guerra y las contraofensivas utópicas que se urdían en los días del exilio, impedían que surgiera una alternativa popular a la dictadura que no fuera la de montoneros y ese esfuerzo fue alimentado largamente por ambos bandos durante varios años hasta que la presión incontenible del reclamo popular y los propios errores de la Dictadura fueron permitiendo que resurgieran las luchas sindicales con Ubaldini, que el PJ se arriesgara con los informes sobre la situación de los DDHH en la Argentina o que la revista Envido un poco más tarde, pudiera comenzar a explorar en esos terribles años de plomo, espacios de nuevo pensamiento democrático. Yo se que sorprende tal vez que se puedan decir estas cosas en un país donde el pacto de silencio de la generación de los setenta parece aún inconmovible. Y quiero aclarar por qué lo digo y por qué lo digo de este modo, con todo el respeto que me merecen los que luchan y con todo el aborrecimiento que me provocan los que medran con el riesgo de los otros. Yo estuve cinco años preso, como uno más guardando mis secretos y el dolor de una familia crucificada. El movimiento al que pertenecí fue destrozado entre "apresurados" y "retardatarios" y sin esperanzas me refugié en la propia dignidad y en la conducta, y en esos cinco años respeté los códigos del encarcelado, los que estábamos de un lado de la reja éramos hermanos no importaban las diferencias. Pero más de veinte años después, cuando aquellos "apresurados" y "retardatarios" son hoy el PJ y otros partidos que se disputan el poder político, siento que no podemos vivir de la ficción y que callar es un crimen cuando los jóvenes no pueden recuperar una identidad porque los discursos "progres" de esta Argentina postmoderna aburren desde las cátedras y desde la televisión cuando el propio Rector de la Universidad sienta instrucciones para que en el CBC se enseñe historia argentina, pero desde los años setenta... como si los que creyeron que la película comenzaba cuando ellos llegaron siguieran pensando igual más de treinta años después y quisieran transmitir esa visión mezquina y mutilada de la historia argentina a las nuevas generaciones. No podemos permitir mas el silencio y la mentira, y así como nos revelamos cuando se invisibiliza el modelo de la soja o el tráfico de jóvenes, o como cuando se pretende hacer de Cromagnón un mero accidente y no el resultado previsible de un manejo corrupto e impune de la cosa pública, también debemos discutir el pasado, sacarlo a la luz, exponerlo aunque escueza, que a muchos les duele que saquemos a relucir historias que no pueden asumir, un pasado del que han renegado o sobre el cual han tejido mentiras tras mentiras, sin poder explicar cómo devinieron de orgánicos de los aparatos revolucionarios en funcionarios medrosos, sino por la mera evolución y el natural envejecimiento de sus sistemas biológicos.

Necesitamos vernos en el espejo entero de nuestra realidad nacional y reconocer una historia trágica en cuya tragedia no fuimos ni ajenos ni meramente víctimas, necesitamos aceptarnos y reconciliarnos, necesitamos la palabra que justifique los cambios habidos en cada uno con absoluta honestidad y necesitamos hacerlo frente a la generaciones nuevas que esperan esas palabras mágicas que puedan devolverles una historia y una identidad. No podemos, no debemos, seguir en manos de los mismos perejiles de aquel entonces que todavía no entendieron para donde va el mundo globalizado ni cuando comenzó la película de la que pretenden ser protagonistas...


Jorge Rulli - Horizonte Sur - Radio Nacional -30 de julio de 2005 

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